Rosemary Marrugo disfruta su labor como Embajadora del US Open. Fotos Marcela Alvarez

Por Marcela Álvarez. — 
Ganar un dinero extra es siempre bienvenido. Y si lo haces trabajando en algo que disfrutas y entretiene para cerrar el verano, mejor aun. Tras las bambalinas del US Open se mueve una montaña himalayesca de personas que aportan para que el torneo transcurra de la mejor manera en todos los aspectos. Esa fuerza laboral —temporaria— es sólida y diversa e incluye personas de la tercera edad. Merece ser reconocida.
De su parte Rosemary Marrugo nació en México (cuando su papá estudiaba allá) de raíces colombianas. Vive en Freeport, Long Island. Es consejera de salud mental. Llegó al Open en 2008, es decir, ya es una “veterana” en Flushing. Jugó tenis en sus años estudiantiles (Division I). “El tenis es el lazo que nos unía a mi papá, siempre jugábamos juntos. Es un deporte que te enseña a resolver problemas, a poder actuar con mente fría”.

Su labor consiste en “darle la bienvenida a los fanáticos y darles un buen servicio, la información del evento. Además de eso, en un día como hoy que es fin de semana, también ayudamos a nuestros compañeros con las líneas para entrar a los estadios, hacemos un control en un ambiente más amable”.

De su experiencia como Embajadora recuerda un año del Día de la Comunidad (2da semana del torneo), es decir de acceso gratis al público. “Yo tenía boletos y recuerdo que estaba frente al estadio Ashe y escuché que una madre y sus dos hijos querían ver a Serena Williams, pero no tenían boletos. Yo les di los que tenía. Eso fue una alegría para ellos”, recordó con nostalgia.

Nichelle León vive en Maspeth, Queens. “Es mi cuarto año aquí. La primera vez decidí venir al Open por la experiencia, por ver a la gente, el ambiente y vuelvo por lo mismo, por la gente que conozco, por la amistad, por ver partidos, las conexiones que he hecho.  Mis jefes son muy amables. Su labor consiste en controlar el acceso al área de prensa. Las jornadas son largas. “El día más largo que tuve fue cuando ganó Carlos Alcaraz [2022]. Llegué a las 9 de la mañana y me fui a las 4 y media del día siguiente. Uno aguanta, honestamente, me quedé muy feliz y contenta con tal de ver jugar a Alcaraz. Me fui bien recompensada”, dice entre risas.

Kena Betancur capta la acción desde lo alto del estadio Arthur Ashe. Foto Marcela Alvarez

Nichelle León recomienda la experiencia de trabajar en el Open. Foto Marcela Alvarez

Kena Betancour no es empleada del US Open pero igual vale resaltar su trabajo. La colombiana es una experimentada foto-periodista, editora e investigadora con años captando con su lente las noticias para agencias como Reuters, AFP, Getty Images.
“El primer US Open que cubrí fue en 2007. Vinimos por eso, vivíamos en Haití y nuestro jefe de Reuters nos traía a cubrir el torneo. Desde ese año he cubierto todos los Open, excepto el de la pandemia….Son casi 17 años…”, dijo Betancur mientras toma una descanso entre partido y partido. Vivió en República Dominicana y desde allá venía a cubrir el torneo. Posteriormente con su esposo fotógrafo se mudaron a New Jersey, donde viven con sus dos hijos.
Andrea Veraldi siempre disfrutó del tenis. “Yo jugaba para mi escuela y en los programas de tenis de la New York Junior Tennis League, de la Ciudad”, dice esta madre argentina. Trabaja en el Open desde 2018, y su hijo Matthew Batista desde 2019. Desde entonces disfrutan juntos la experiencia del evento.

“Excluyendo el año de la pandemia, 2020, por que no estaba abierto el Open”, agregó Veraldi, quien trabaja en Servicio Al Cliente VIP —las áreas por donde transitan los ricos y famosos. Por su lado Matthew desempeña tareas logística dentro y fuera de las canchas .

De su lado Matthew, siempre de buen humor como su madre, dijo “me encanta el ambiente que ofrece el torneo. Para muchos el tenis es un deporte excitante, y personalmente es muy satisfactorio trabajar en uno de los eventos deportivos más importantes del mundo. Y si tengo que ser honesto, me ayuda a pagar mi matrícula en la escuela”.

Veraldi también supervisa a trabajadoras como Landy María, de Jackson Heights, una persona de la tercera edad que también disfruta la experiencia por segunda ocasión y espera volver en 2025. “Seguro voy a extrañar el Open cuando se termine, la verdad que es una fiesta a la que siempre uno quiere volver, como fanática y como empleada. No te puedes aburrir aquí”, dijo.

Andrea Veraldi y Landy María en un descanso de su trabajo de Servicio al Cliente. Foto Marcela Alvarez