
Sandra Sayago en su restaurante venezono de Queens. Foto Alejandro Alemán Rivas
Por Alejandro Alemán Rivas
Debajo de los rieles del tren 7 en Queens, los transeúntes se topan con una infinidad de colores, sabores y olores culinarios que se han convertido en una característica de la zona.
Muy cerca de la estación de la 90 del tren, entre las calles 87 y la 88, se encuentra El Budare Café, un restaurante venezolano que Sandra Sayago inició en un arranque de nostalgia por su Venezuela natal.
El nombre es en honor a El Budare, una plancha circular de origen prehispánico hecha de hierro fundido o de arcilla que se usa para cocinar alimentos como arepas o cachapas.
Entre ese ir y venir de la rebosante Avenida Roosevelt, los clientes ingresan en el local y lo primero que ven es una inmensa bandera de Venezuela que abarca una buena parte de la pared.
Para Sayago, quien llegó a la ciudad de Nueva York en 2016 con su hija de dos años, emprender y crear su propio negocio es sinónimo de lucha, esfuerzo y dedicación.
“Llegamos como todos los inmigrantes, con la maleta llena de sueños, con tristezas porque deja todo atrás y bueno, a luchar mucho, a trabajar”, dijo Sayago, quien era médico en Venezuela.
En entrevista con Queens Latino, recuerda que inició trabajando como mesera en un restaurante en Queens donde conoció a su esposo, con quien ahora tiene una niña. Si bien su esposo es chef y prepara “platos exquisitos”, Sayano sentía que le faltaba algo.
“Aquí no hay comida venezolana, y bueno, uno llega extrañando los sabores de su tierra y yo decía, ‘Dios mío, yo quisiera que hubiese un lugar donde comer mi comida’”, añadió Sandra.
En marzo del 2020 se les presentó la oportunidad de abrir el negocio, pero en ese mismo año la ciudad de Nueva York se convirtió en el epicentro mundial de la pandemia del COVID-19. El lugar en donde querían abrir el negocio estaba en escombros y la ciudad no otorgaba permisos para construir. Durante año y medio estuvieron cerrados y no recibieron dinero del gobierno porque no habían incorporado el nombre.
“Aunque si nos tocó pagar todas las deudas porque la empresa se registró muy tarde”, dijo Sayago. En septiembre de 2021 abrieron el restaurante como una ambajada del sabor venezolano.
“Hemos sido muy bendecidos porque después de tanto esfuerzo, tantas tristezas y golpes las comunidad nos acogió y día a día viene más gente”, dijo Sayago.
Recuerda que lograron un acuerdo con el dueño del edificio y les permitió que pagaran el alquiler hasta que abrieran el negocio. Sin embargo, era una deuda que “estaba ahí, una deuda que teníamos que saldar”, recuerda Sayago.
“Los sueños y las metas no se logran de la noche a la mañana, hay que trabajar duro. Yo siempre le digo a mi familia y a mis amigos, que no es lo que uno gana, sino lo que uno gasta”, dijo Sayago, quien desea que todos los sueños y metas de los inmigrantes se cumplan.