Francelina Gordillo en su apartamento de Flushing, Queens. Foto Gloria Medina

Por Gloria Medina  — 

Después de un mes paseando por los diferentes países de Europa, Francelina Gordillo regresa a su apartamento a descansar un poco mientras planea su próxima actividad.

“Ahora me dedico a mí misma. A salir, a disfrutar lo más que se pueda”, dijo Gordillo, quien vive en Flushing, Queens. “No sólo a viajar. Cuido mi salud, salgo a caminar, me cuido en la comida, hago ejercicio y también cuido mis horas de dormir. Me gusta mucho bailar y sobre todo ver cosas que me ilustren como los documentales”.

A sus 77 años, Gordillo se considera una persona muy social y siempre está buscando la manera de ayudar a los demás, comenzando por la familia. Ayuda en el cuidado de una hermana mayor que está en un asilo para ancianos y se dedicaba al cuidado de otra hermana que tuvo cáncer y que ya pasó a mejor vida. Además, como la mayoría de las abuelas cuida y acompaña a sus nietos.

Pero la vida de Gordillo no siempre fue color de rosa, cuando llegó a Nueva York hace 38 años se dedicó a trabajar siendo madre soltera. “Trabajaba en fábricas de ropa y haciendo mantenimiento de oficinas en Manhattan. En ese entonces me reprimí de viajes y sólo me dediqué a trabajar porque nunca quise ser una carga para este gobierno y eso le inculqué a mis hijos. Que trabajaran por sus propias cosas y nunca le pidieran nada al gobierno”, recuerda Gordillo.

Llegó la hora del retiro con buena pensión, aunque está arrepentida. “Todavía me sentía y me siento fuerte, con deseo de hacer algo, de producir, seguir trabajando. Pero mis hijos no me dejaron seguir trabajando”, dijo Gordillo.

Gordillo quiere ayudar a la comunidad, “haciendo manualidades o voluntaria en alguna organización… Me acuerdo que durante la pandemia me dediqué a hacer tapabocas en cantidad. Los regalaba y no pedía nada a cambio porque gracias a Dios no lo necesité. Con lo que trabajé me alcanzaba para vivir”.

Gordillo se arrepiente es de no haber estudiado: “En mi juventud me dediqué a trabajar y no pude porque pasaba por momentos difíciles. Ahora me gustaría aprender manualidades o algo de arte”.

Con el deseo de socializar y aprender algo nuevo, Gordillo aceptó la invitación de un amigo a un centro para personas de la tercera edad, pero no fue aceptada. Jugó bingo en las tardes y en la noche terminaba haciendo karaoke y bailando. “Me gustan esos centros para socializar, pero me rechazaron por mi pensión”, dijo Gordillo.

Pasa sus días entre actividades y viajes con la familia y amistades, aunque no deja de extrañar a su compinche de parranda, “la alegría de su familia”, su hermana Marina, quien murió hace más de un año.

Para honrar su memoria, sigue adelante, sonriendo y disfrutando la vida como lo hacía con su hermana.