
El profesor Arturo Ignacio Sánchez en el Parque Flushing de Queens en el 2014. Fotos Javier Castaño
Por Javier Castaño —
Luego de fumar durante muchas décadas y de sobrevivir dos operaciones de corazón abierto, Arturo Ignacio Sánchez murió a los 74 años en el Centro Médico Rego Park en Queens. Dejó de respirar a la 1:30 de la madrugada. Estaba tomando antibióticos para combatir una infección urinaria y sufrió un paro respiratorio y cardiaco.
“Falleció en su lecho de anciano, sin sufrir y en paz”, dijo su hermano Ricky Sánchez desde Oregón. Las últimas dos personas que lo visitaron la noche anterior a su fallecimiento fueron su gran amigo el veterinario César Tello y Renee Jackson, la madre de su hijo Arthuro III. Lo encontraron débil, pálido y sin poder pronunciar una palabra. Su cuerpo será cremado.
“Siempre recordaré a mi hermano Arturo como un apasionado a los libros, a la enseñanza, a la escritura y a inmiscuirse en la comunidad como una voz que busca la verdad”, añadió Ricky.
El profesor Sánchez nació en Bogotá, Colombia, y llegó a vivir a la ciudad de Nueva York cuando tenía cuatro años. Su historia es de inmigrante.
Desde la ventana del sexto piso de su habitación de anciano, Sánchez podía ver los hermosos amaneceres y los techos inclinados de las casas del vecindario de inmigrantes que tanto amaba y defendía. Pero prefirió encerrarse en ese oscuro cuarto y cerrar la cortina para que los rayos del sol no se reflejaran sobre su computador y nadie lo viera desde afuera. No le gustaba compartir con los residentes de avanzada edad de ese centro de rehabilitación y prefería ver televisión o videos a solas. Leía poco porque se cansaba.
Tampoco comía. Llegó a pesar 126 libras. A veces probaba una o dos cucharadas de sopa. La natilla y los buñuelos que recibió para celebrar la pasada Navidad, terminaron abandonados sobre la mesa en donde colocaba su medicina.

Arturo Sánchez en el Centro Médico Rego Park en Queens a finales del año pasado. Foto Javier Castaño
“He estado muy cerca de la muerte y no le tengo miedo, aunque otra cosa es verla llegar y por eso estoy leyendo varios libros sobre Dios”, dijo Sánchez con voz fuerte. Le temblaban las manos. Los dos libros que leía eran A Philosophy of Religion de Abraham Joshua Heschel y The Reason of God, Belief in an Age of Skepticism de Timothy Keller.
Sánchez ingresó al Hospital Mount Sinai de Manhattan en mayo del 2023 y desde ese entonces no abandonó su cama de enfermo.
La muerte respiró en su cara cuando estaba en el Centro Médico Rego Park el 12 de julio del 2023. Los paramédicos lo montaron en una ambulancia y lo llevaron de emergencia al Long Island Jewish Forest Hills de Queens. Le hablábamos fuerte para que no se durmiera. Temblaba. Estaba pálido e incoherente. Casi no tenía signos vitales. Una doctora le preguntó si quería los primeros auxilios para revivirlo y sacó fuerzas de donde no tenía para aprobar con su cabeza. No podía hablar. Hasta ese momento no había firmado el documento para que no lo revivieran. Entonces le inyectaron sangre, antibióticos y medicina y en menos de media hora tenía los cachetes rojizos y estaba alerta. Insistía en ver a su hijo, pero no llegó.
Desde el verano pasado cuando sufrió una obstrucción en sus venas y vomitó mucha sangre, había perdido la posibilidad de mover sus piernas. Quedó paralítico. Sabía que no podía regresar a su apartamento de la calle 91 de Jackson Heights en donde había vivido con su madre Emma desde 1994.
“Extraño mucho a mi mamá, me sueño con ella casi todas las noches y me arrepiento de no haber compartido más tiempo a su lado, cuando quería jugar cartas o parqués conmigo”, comentó Sánchez en ese cuarto gris que olía a orines. “De mi papá Arturo recuerdo que era un hombre de temperamento fuerte y un inmigrante muy trabajador y responsable”.
Sánchez dijo que también hubiera querido tener una mejor relación con su hijo Arturo III, quien lo visitó en el hospital una sola vez durante 10 minutos y lo convirtió en abuelo el 15 de diciembre del 2023. El profesor Sánchez estaba contento, aunque no tuvo la oportunidad de conocer a su nieto Ryle.
“¿Va a escribir un buen obituario de mí?”, me preguntó Sánchez un día que fui a visitarlo al Hospital Mount Sinai de Manhattan. Le respondí que si. Luego le pregunté cómo quiere que la gente lo recuerde. “Cómo el profesor que luchó por los inmigrantes y por los vecindarios latinos”, respondió Sánchez.
Le dije que ese no era un problema porque toda la gente me preguntaba por la salud del “profesor”. Aquellos que lo venían caminando por las calles, en reuniones de la comunidad o en la cafetería Espresso 77 en donde pasaba largas horas debatiendo y desafiando a las personas a nivel intelectual. A Sánchez le encantaba citar libros, autores y hechos históricos para acorralar a sus interlocutores.
Vea aquí el video de Sánchez atacando al exsenador José Peralta en el Centro Judío de Jackson Heights, Queens:
Sánchez surgió como intelectual orgánico “de abajo hacía arriba”, como le encantaba decir. Conectado a la comunidad. Criticaba a los políticos por su falta de liderazgo, se opuso a la expansión del BID de la calle 82 de Jackson Heights, asistía a reuniones comunitarias de diversa índole y escribió columnas para periódicos como Hoy Nueva York y QueensLatino. Aunque siempre escribía en términos generales y no le gustaba citar nombres.

Arturo Sánchez, a la derecha, contra la apertura de la tienda Target en la calle 82 de Jackson Heights, Queens. Foto Javier Castaño

Arturo Sánchez hablando en la Junta Comunal 3# de Queens. Foto Javier Castaño

Arturo Sánchez, el ex concejal Danny Dromm y Jose Schiffino del Working Family Party en el 2010. Foto Javier Castaño

Arturo Sánchez entrevistó a la congresista Alexandria Ocasio-Cortez tan pronto fue electa en el 2018. Foto Javier Castdaño
Como inmigrante Sánchez no tuvo una vida fácil. Siendo un niño trabajó lustrando zapatos en la calle durante un año y fue caddy por varios años en un campo de golf de Queens. “Me gustaba trabajar y necesitábamos el dinero”, recordó con alegría.
Inició sus estudios en la escuela pública 122 de Astoria, Queens. Luego ingresó a las escuelas católicas Inmaculada Concepción y Saint Mary Star of the Sea en Far Rockaway.
Obtuvo tres maestrías. Una en Estudios Latinoamericanos y Política en la Universidad de Nueva York (NYU). Otras dos en Planificación Urbana y Filosofía, ambas en la Universidad de Columbia. Y un doctorado en Planificación Urbana con una concentración en Colombia y sus procesos migratorios, también en la Universidad de Columbia.
Sánchez fue profesor de Planificación Urbana y estudios migratorios en varias universidades de la ciudad de Nueva York como Columbia, Barnard, NYU, Cornell, Pratt Institute y LaGuardia Community College. En Bogotá, Colombia, dictó clases en la Escuela Militar, las universidades Tadeo y Santo Tomás y fue conferencista en la Universidad Externado de Colombia.
“El legado académico y cultural de Arturo Sánchez es y será un gran orgullo para nuestra comunidad latina”, dijo José Bayona, director ejecutivo de la Oficina de Medios Etnicos y Comunitarios de la Alcaldía de Nueva York. “Su calidez y afán de colaboración no es fácil de encontrar y perdurará en nuestra memoria”
Sánchez fue mujeriego y en su lecho de enfermo dijo que le hubiera gustado “haber tratado mejor a las mujeres”. Recordaba con emoción cuando conquistaba a las mujeres en la calle Séptima de Bogotá con su acento y pinta de gringo. En 1969 compró boletos para asistir al concierto de Woodstock, “pero terminé pasando ese fin de semana en la finca de una amiga”, recordó Sánchez arrepentido, aunque sonriente. En una ocasión le tocó huir desnudo en la noche del apartamento de una de sus amantes en Brooklyn.
Trabajó como consejero de metadona, la droga que se usa para combatir la adicción. Por 23 años fue el presidente del Comité de Nuevos Inmigrantes de la Junta Comunal número 3 de Queens en donde tuvo seguidores y detractores. Se desempeñó como asesor político y escritor de discursos de David Dinkins cuando éste fue alcalde de la ciudad de Nueva York.
Aquí hay varios videos en inglés de Arturo Sánchez hablando de los latinos, el liderazgo, la ethnicidad y el desplazamiento o gentrification.
Su amigo el empresario Eduardo Giraldo calificó al profesor Sánchez de visionario. “Quiso mucho a Nueva York y más a Queens”, dijo Giraldo conmovido con la noticia de su muerte.

Eduardo Giraldo y Javier Castaño visitando a Arturo Sánchez en el Hospital Mount Sinai de Manhattan en el 2023.
“Arturo fue un gran amigo, luchador por las causas sociales y un académico que nos mostró las injusticias de los políticos”, dijo Walter Sinche, fundador de Alianza Ecuatoriana Internacional. “Su legado nunca morirá”.
Además de su hijo Arturo III y su nieto Ryle, el profesor Sánchez deja cinco hermanos: Humberto, Clemencia y María Eugenia, quienes nacieron en Colombia, y Ricardo (Ricky) y Roberto, que nacieron en Nueva York.
No le gustaba que sus hermanas lo visitaran porque son muy religiosas e intensas. Su hermano Ricardo también es religioso y lo visitaba en su lecho de enfermo. “Es un gran hombre, muy noble y se preocupa mucho por mí”, dijo Sánchez con la mirada fija en el piso y sin poder detener el agite permanente de sus manos. “No me voy a poder parar de esta cama y estoy aceptando mi muerte, un proceso muy complicado y prolongado en donde estoy perdiendo todos mis ahorros”, dijo Sánchez indignado. “Aunque me siento satisfecho porque tuve buenas y placenteras experiencias, fui feliz y siempre defendí a los inmigrantes”.
¡Un gusto haberlo conocido amigo!
Que en paz descanse Profesor