Wilson Carrión en Corona Plaza, Queens. Foto Javier Castaño

Por QueensLatino — 

Habla despacio. No sube el tono de voz. Lleva una vida simple y organizada. Un reciente atardecer, Wilson Carrión conversaba con uno de sus amigos en Corona Plaza, Queens. Había música mexicana de fondo y varias personas aprendían a bailar en pareja. Varios hombres jugaban dominó a la entrada de la Iglesia Aliento de Vida. El viento del otoño comenzaba a apoderarse de la ciudad de Nueva York.

“Todo lo hago por el amor a mi hija Damaris de 13 años”, dijo Carrión mientras las luces de neón alumbraban su rostro. “A mi hija le gusta estudiar, bailar, baloncesto y ahora está aprendiendo a tocar piano”.

Carrión es de la población de Azogues, provincia de Cañate. Inmigró a esta ciudad en el 2021, luego de pasar la frontera. Su hija llegó en avión porque su ex esposa Lurdes, quien inmigró a esta ciudad hace muchos años, la pidió.

Carrión dijo que vive solo en un pequeño cuarto de un apartamento de Corona. Su hija vive en Sunnyside y hablan por celular todos los días, se ven con frecuencia y han caminado juntos la zona de Times Square. “A veces vamos a la playa porque a mi hija le gusta mucho el mar”, añadió Carrión con alegría.

Trabaja demoliendo y arreglando apartamentos, como ayudante, pintando o instalando paneles en las paredes. Tomó las 30 horas de seguridad en la construcción (OSHA) y las 16 horas de andamios. “Cuando trabajo me pagan entre 130 y 150 dólares al día, pero hay semanas que no trabajo sino tres días y a veces no consigo trabajo en toda la semana. El problema es que hay mucha gente buscando trabajo en construcción y algunas personas están dispuestas a trabajar por menos dinero”, dijo Carrión.

Busca trabajo en construcción en la esquina de la Avenida Roosevelt y la calle 69 y a veces ingresa a la iglesia de esa intersección en donde le dan comida caliente. “La mayoría del tiempo me encierro en mi apartamento a escuchar música o a hablar con mis padres que están muy enfermos y les debo enviar dinero porque son pobres”, dijo Carrión, quien también dejó una esposa y un hijo en Ecuador. Ya casi termina de pagar la deuda de 20.000 dólares que adquirió para emigrar a los Estados Unidos.

No habla inglés y tampoco quiere regresar a su patria. “Aquí está mi hija, quien me quiere y me apoya en todo, no me deja caer cuando estoy triste”, terminó diciendo antes de comenzar a caminar hacia su apartamento. “Me ha ido bien como inmigrante, aunque siento la envidia y el egoísmo en los lugares de trabajo”.