El viaje del emigrante Francisco Ortiz fue de apenas seis días. Foto Valerie Calderón

Por Valerie Calderón  — 

Francisco Ortiz es un migrante con apenas dos meses en Estados Unidos. Llegó por la frontera y su travesía fue de seis días. Salió en un vuelo desde Bogotá, Colombia, hasta Ciudad de México y luego tomó otro hasta Ciudad Juárez, en donde cruzó por el Río Bravo.

En México, algunos de sus compañeros de viaje le contaron que les tocó caminar varios días hasta llegar a la frontera. Ortiz se considera un afortunado porque llegó volando.

Ortíz está ayudando a preparar tragos en un bar de Queens y también ordena el área de trabajo. Es asistente de bartender. La principal motivación que tiene para trabajar, además de pagar su arriendo y gastos personales, es cancelar una deuda que dejó en Colombia cuando tuvo un accidente.

“Tuve fractura en el fémur y otra en la rodilla, mi familia y yo nos endeudamos mucho en la recuperación”, dijo Ortiz.

Un día reciente cuando caminaba por la Avenida Roosevelt, encontró a una persona que le habló de los cursos de seguridad en la construcción (OSHA), ubicada en la 82st Jackson Heights. Cuando le habló de los beneficios de esta industria, pensó que era una buena oportunidad para generar dinero adicional al que gana en el bar.

“En este país hay que estar derechos y por eso decidí inscribirme e incluso me dieron facilidad en el pago”, dijo Ortiz.

Con respecto a las clases de OSHA, dijo que el profesor de Diamond Central, Yuri Taboada, las ha hecho amenas, enfocándose en que los estudiantes adquieran correctamente los conocimientos y que reconozcan los riesgos, cómo manejarlos y cómo cuidar a los demás.

“Estas clases se han convertido en un respiro, este país es bien consumista y lleva tiempo adaptarse cuando estás solo y muchos nos deprimimos al dejar nuestras costumbres”, añadió Ortiz.

Ortiz tiene planteado quedarse en este país para trabajar y poder enviar dinero a sus familiares, aunque admitió que no le gusta planear tanto su vida, sino que prefiere que lo sorprenda con las posibilidades.

“Antes planeaba mucho todo lo que iba a hacer y ahora creo que es mejor dejar que la vida tenga su razón de ser”, concluyó Ortiz.